Reflexiones en la selva

jueves, 25 de febrero de 2010

La Nada


No le encuentro sentido a muchas cosas, porque muchas de ellas perdieron la magia, el trazo, el rumbo, la dirección, el supuesto puesto, el empeño, el definitivamente quizá que llega y se va. Puse un granito en cada desierto creyendo que repletos y llenos se cansarían de existir, me equivoqué, rellenar desiertos completa sus vacíos, rellenar vacíos deja de completarme.

En un camino de huídas, repleto de senderos, huyendo de la Nada. Arrasa y arrasa y arrasa “¿Qué traes contigo?”, le pregunté una vez la tuve de frente, “¿Qué crees que viaja con la Nada…?”, supo responderme al instante. “..Que crees que viaja sino el aire sucio, la marea baja, el agua negra, la tierra quemada.”

Pensé en no huir, total, ¿Qué tendría la Nada que me pudiera dañar?, y en un instante dejé de recordar en qué momento me encontraba. Lo siguiente no recordé mi nombre y unos minutos después no recordé ni quién era. A cada instante el simple vacío me consumió, a golpe de marea y aire sucio, me desvaneció. Sin ni si quiera saber qué me estaba ocurriendo, avancé, moribunda, avancé, “¿Quien era, que pasaba, donde estaba, como estaba, cuando estaba, qué ocurrió, que había ido pasando mientras te has dedicado a dejar de respirar?”…
Cuanto menos respiré más denso se notaba el aire, cuando me dediqué a dejar de avanzar, más seca e hiriente se transformaba la tierra, cuando me rendí a dejar de remar el agua pareció puro alquitrán…

miércoles, 10 de febrero de 2010

Sobreviviendo con lobos

Los transeúntes me ignoran. No se dan cuenta de que soy un lobo extraviado en la ciudad. Un lobo gris, macho o hembra, sin nombre ni edad, y desorientado en mitad de la indiferente humanidad. Tengo miedo de la multitud y , con la nariz fruncida de asco, ando torpemente esquivando a la gente. Odio la piel humana y su olor a muerte.


Misha Defonseca

sábado, 23 de enero de 2010

Moka


Me acerqué como siempre, como últimamente lo hacía. Sereno esperaba sin ni si quiera molestarse en abrir los ojos. Dormido. Una respiración tenue, como si no quisiera entorpecer el aire que delante de su hocico pasaba. Él sabia que era yo, no le hizo falta ladear sus orejas ni tan si quiera para identificar el sonido que mis pasos producían sobre las hojas secas.
El viento, impregnado de un otoño que se moría a pasos agigantados, le llevó un mensaje: “Estoy aquí”.


-------------

“Que una mirada es suficiente para ahorrar toda una retahíla de explicaciones, que sirviendo, son insulsas y monótonas. Pudiendo hablar con miradas, que se ahoguen las palabras. Aun así, rescatar las justas, por si en el camino, despistados un segundo, podemos volver atrás y rescribir guiones que nunca debieron existir.”

martes, 12 de enero de 2010

Quien pueda hacerlo




Esta es la historia de cuatro personas que se llamaban Cadauno, Alguno, Cualquiera y Ninguno.

Había que hacer un trabajo importante y se pidió a
Cadauno que lo hiciera.

Cualquiera
estaba seguro de que Alguno lo haría, pero Ninguno lo hizo.

Alguno
se molestó a causa de ello, porque era el trabajo de Cadauno. Cadauno pensó que Cualquiera podía hacerlo, pero Ninguno se dio cuenta de que Cadauno no lo había hecho.

Al final resultó que Cadauno riñó a Alguno, cuando Ninguno hizo lo que, en realidad, Cualquiera podría haber hecho.

¿Es éste nuestro planteamiento?

sábado, 9 de enero de 2010

Como agua para el chocolate



Son momentos mágicos

Que te acerques con aire vacilante

Que confíes en mi aun inseguro a cada paso

Que entornes en cada mirada un gesto de curiosidad, “¿Voy?” me preguntas. “¡Corre!” te apresuras.


........................................·.·.·........................................

Y por más que se intenta los ojos siguen agrietados de la escarcha. La respiración sigue un compás tan tenue que dudo si sigue conmigo o decidió dejar de latir inspiraciones atrás. ¿Cuando has sentido tanto frio? Le pregunto. ¿Alguna vez creíste que el frio podía hacer tiritar hasta tus párpados? Se giró hacia mi. Me miró con una mueca que parecía tener una cálida sonrisa bajo toda esa gélida capa. “A mi tampoco me gusta verte tiritar” Se acercó y mantuvimos ambos cuerpos unidos, intentando capturar cada una de las cálidas ondas que podíamos estar emitiendo el uno hacia el otro. Quizá mis hondas se perdían por el camino, no sé, pero las suyas llegaban perfectamente, como un apacible sol de invierno.

------////////--------

De trobadores de contenedor!

domingo, 3 de enero de 2010

Un eco que se oye


Dicen que somos aquello que vivimos…
Dicen que somos aquello que sentimos…
Aun más dicen que somos el resultado de nuestros recuerdos…
Y de aquello que esperamos vivir.


Siempre he pensado que cuando alguien ha hecho algo descabellado ha tenido una razón suficiente y convincente como para seguir con ello, aun pensando que aquello no tendría lógica ninguna.
--------------------------------------------------------
Que nada se desvanece tanto como para perderse, que todo se queda donde lo anclamos, y cuando decidimos, se marcha...





martes, 29 de diciembre de 2009

La muerte multicolor

Me senté a esperar…
El sol, allá en lo alto lucía inmenso, intenso, asfixiante…
Podía contar con mis dedos las gotas de sudor que recorrían mi frente, un poco después era incapaz ni de sentirlas.

Hice como si no le hubiera visto, quizá él tampoco se hubiera percatado de mi presencia.
El calor era sofocante.

Sus ojos se clavaron en mi.

Un escalofrío recorrió cada uno de mis poros. El calor desapareció dando paso a un angustioso frío. Empecé a tiritar.
Me agarré el cuello de la camisa y tiré de él, me empezaba a asfixiar ese tejido pegado a mi piel.

Sin levantarme fui retrocediendo. No quería que se obsesionara con mi presencia, ni que me considerara algo fácil de alcanzar. Sin apenas expirar el aire entrecortado de mi respiración miré a mi alrededor, no había nadie más: él y yo.

Se acercaba, cauto y sigiloso. Cada uno de sus delicados pasos reflejaba su mente calculadora, atenta, al acecho. Su mirada, sin desviarse, timón de sus huellas, le ofrecía información del campo abierto, sin necesidad de ladear su enorme cabeza, la cual, sin llegar a visualizarla, sabia que albergaba unas implacables fauces que no dudaría en usar.
Con sus gráciles movimientos aceleró el paso. La muerte, vestida con elegantes rayas se acercaba a mi, sin dudar, sin retroceder… Con pasos cada vez más contundentes, con huellas cada vez más profundas, se acercaba impasible.

En ese mismo instante me levanté, mis músculos reaccionaron al instante, aun estando paralizados por el miedo. Tomé una decisión, en un instante de tiempo tan insignificante, tomé una decisión.
Me sequé el frío sudor de mi frente, para que no me entorpeciera el paso, avancé, cada vez más deprisa, avancé hacia a él, sin dudar, mis pasos también debían sonar atronadores. No podían cavilar en la decisión de avanzar, ya no había vuelta atrás.

Empecé a correr hacia él, grité, grité y volví a gritar. Mi rugido debía de sonar más contundente.

Un diminuto espacio de tiempo nos separaba, en ese instante el tiempo se ralentizó, el aire se volvió frío, congelando el movimiento de cada elemento, el pulso se estremeció… Pude oír el suyo propio, también latía con fuerza.


Se apoyó sobre sus patas traseras y saltó hacia mí, en ese momento mi cuerpo había de responder, el instinto me venció y me dijo
“cúbrete...”.